Los 5 mejores falsificadores de arte de la historia


Descubre a los 5 falsificadores de arte más geniales de la historia. Hombres que, con su técnica sublime, desafiaron a museos, burlaron a los nazis y expusieron las grietas del codiciado mundo del arte. ¿Genios o delincuentes?

  1. Los 5 Falsificadores de Arte Maestros de la Historia
    1. 1. Han van Meegeren: El Hombre que Burló a los Nazis
    2. 2. Elmyr de Hory: El Fantasma del Mercado del Arte
    3. 3. Wolfgang Beltracchi: El Romántico del Siglo XX
    4. 4. John Myatt: El Falsificador Inocente
    5. 5. Shaun Greenhalgh: El Genio Solitario de Bolton
  2. Habilidades técnicas de los falsificadores de arte
    1. Lo que un Falsificador Domina (y muchos pintores no)
    2. Lo que un Pintor Original Domina (y un falsificador puede carecer de ello)
    3. La Metáfora Perfecta: El Instrumentista
  3. La desaparición de su propio yo, no significa la desaparición del ego
    1. La Gran Paradoja del Falsificador: El Ego más Allá de la Firma
    2. Las Formas del Ego en el Falsificador:
  4. Se les debería ver como delincuentes cuando galeristas y críticos de arte elevan a pintores mediocres para cometer una estafa
    1. El Doble Rasero: El «Genio» Consagrado vs. el «Criminal» Técnico
    2. Los Falsificadores como Síntoma de una Enfermedad del Sistema
  5. La inmoralidad de la Crítica de Arte

Los 5 Falsificadores de Arte Maestros de la Historia

Detrás de cada gran museo hay una sala de escáneres de rayos X temblando. Estos personajes no fueron simples estafadores; fueron técnicos brillantes, historiadores autodidactas y artistas de talento que, por razones muy diversas, dedicaron sus habilidades a crear ilusiones perfectas.

1. Han van Meegeren: El Hombre que Burló a los Nazis

Conocimientos Técnicos:
Van Meegeren era un virtuoso de la química y la historia del arte. Para falsificar a Johannes Vermeer, no se limitó a copiar un estilo. Estudió minuciosamente los pigmentos del siglo XVII (como el lapislázuli para el azul ultramar) y creó sus propias pinturas al óleo usando resinas de fenol-formaldehído (Baquelita) que, al secarse en un horno, se endurecían y agrietaban de forma idéntica a una pintura de 300 años. Lijaba la superficie y lavaba las grietas con tinta china para simular la suciedad acumulada.

A Quién Falsificaba:
Principalmente a Johannes Vermeer, pero también a otros maestros holandeses como Pieter de Hooch y Frans Hals.

"Fotografía de Han Van Meergueren en su estudio"
Fotografía de Han Van Meergueren en su estudio

Biografía:
Artista holandés (1889-1947) que, frustrado por la crítica que menospreciaba su obra original, decidió demostrar su valía engañando a los mismos «expertos» que lo habían rechazado. Su obra maestra falsa, Cristo en Emaús, fue aclamada como una de las mejores pinturas de Vermeer. Su momento cumbre llegó cuando fue arrestado tras la Segunda Guerra Mundial por colaboracionismo, al descubrirse que había vendido un «Vermeer» a Hermann Göring, el segundo al mando de los nazis. Para evitar la pena de muerte por traición, tuvo que admitir su verdadero crimen: ser un falsificador. Para demostrarlo, pintó otro «Vermeer» frente a testigos en su celda. Fue condenado a un año de prisión, pero murió de un infarto antes de cumplir la condena, convertido en una especie de héroe popular por haber estafado a los nazis.


2. Elmyr de Hory: El Fantasma del Mercado del Arte

Conocimientos Técnicos:
De Hory poseía una habilidad asombrosa para captar la esencia del trazo de un artista. Era un dibujante y pintor rápido y versátil. Su técnica consistía en usar lienzos antiguos que compraba en mercados de pulgas, sobre los cuales pintaba con materiales de la época. Su talento no radicaba en la perfección microscópica, sino en la fluidez y convicción de su pincelada, que imitaba la soltura de los maestros modernos.

A Quién Falsificaba:
Era un camaleón del arte moderno. Falsificó con éxito a Henri Matisse, Amedeo Modigliani, Pablo Picasso, Pierre-Auguste Renoir y Edgar Degas, entre muchos otros.

"Elmyr de Hory"
Elmyr de Hory

Biografía:
Nacido en Hungría (1906-1976), de Hory fue un personaje cosmopolita y enigmático. Tras una serie de desventuras, descubrió que podía vender un dibujo «de Picasso» para salir de apuros. Esto se convirtió en su modus operandi durante décadas. Viajó por el mundo (Estados Unidos, Europa, Sudamérica) vendiendo sus falsificaciones a marchantes poco escrupulosos, muchos de los cuales sabían o sospechaban el origen de las obras. Se calcula que puso en circulación más de 1.000 falsificaciones. Su vida fue inmortalizada por el escritor Clifford Irving en el libro ¡Falso! y fue el sujeto de uno de los primeros documentales de Orson Welles, F for Fake.


3. Wolfgang Beltracchi: El Romántico del Siglo XX

Conocimientos Técnicos:
Beltracchi no solo copiaba obras existentes; su genialidad consistió en crear obras completamente nuevas en el estilo de artistas famosos, llenando «huecos» ficticios en sus catálogos. Dominaba la técnica de cada pintor que imitaba, desde la pincelada expresiva de Max Ernst hasta el color de Heinrich Campendonk. Usaba pigmentos vintage y pintaba sobre lienzos antiguos, pero su error fue usar un pigmento blanco (TiO2) que, aunque disponible en la época, no se comercializó hasta después de la fecha que sus cuadros supuestamente tenían. Este detalle lo delató ante el análisis forense.

A Quién Falsificaba:
Especialistas en el modernismo alemán y francés: Max Ernst, Heinrich Campendonk, Fernand Léger, Kees van Dongen y André Derain.

"Wolfgang Beltracchi"
«Wolfgang Beltracchi»

Biografía:
Falsificador alemán (nacido en 1951) que, junto a su esposa Helene, llevó a cabo una de las estafas más audaces del arte moderno. Crearon una historia elaborada, incluyendo fotografías antiguas con Helene vestida de época junto a los cuadros falsos, que supuestamente habían pertenecido a su abuelo. Vivieron una vida de lujo y extravagancia durante más de 30 años hasta que fueron capturados en 2010. Durante el juicio, Beltracchi mostró una actitud desafiante y hasta pintoresca, demostrando su habilidad pintando en la corte. Fue condenado a seis años de prisión, de los cuales cumplió tres. Hoy es un artista célebre que vende sus obras originales a precios elevados.


4. John Myatt: El Falsificador Inocente

Conocimientos Técnicos:
Myatt era más un imitador talentoso que un falsificador científico. Su gran innovación fue usar una mezcla poco ortodoxa de pintura al óleo y pintura vinílica para esmalte de maquetas (K-Y Matte), que se secaba rápido y, una vez envejecida, podía pasar por pintura antigua. Su talento residía en su capacidad para absorber y replicar el estilo de más de 100 artistas diferentes con una facilidad pasmosa.

A Quién Falsificaba:
Un repertorio increíblemente amplio: desde Alberto Giacometti y Georges Braque hasta Marc Chagall, Graham Sutherland y Ben Nicholson.

"John Myatt"
John Myatt

Biografía:
Un profesor y artista británico (nacido en 1945) que, en los años 90, se encontraba en una situación económica desesperada como padre soltero. Puso un anuncio en una revista ofreciendo «genuinas falsificaciones del siglo XIX y XX» por 150 libras. Un marchante, John Drewe, lo contactó y lo arrastró a un mundo criminal mucho más grande. Drewe no solo vendía las falsificaciones de Myatt, sino que falsificaba procedencias y documentos de archivo en instituciones como el Victoria and Albert Museum. Myatt, que creía estar haciendo copias inofensivas, fue arrestado en 1999. Declarado culpable de conspiración, cumplió 4 meses de una sentencia de un año. Tras su liberación, se reinventó como un artista legítimo y exitoso, y su serie de «estilos genuinos» es muy cotizada.


5. Shaun Greenhalgh: El Genio Solitario de Bolton

Conocimientos Técnicos:
Greenhalgh era un auténtico polymata autodidacta. A diferencia de otros, no se especializó en un período, sino que falsificó 2.000 años de historia del arte con una precisión asombrosa. Sus habilidades abarcaban la escultura, la pintura, la metalurgia y la egiptología. Creó desde estatuillas asirias hasta pinturas de Thomas Moran y L.S. Lowry, pasando por «galletas» de la Edad de Hielo. Su obra maestra fue La Princesa de Amarna, una escultura egipcia que engañó al British Museum durante un año.

A Quién Falsificaba:
Un rango increíblemente diverso: Paul Gauguin, Henry Moore, Barbara Hepworth, L.S. Lowry, y todo tipo de artefactos arqueológicos de civilizaciones antiguas.

"Shaun Greenhalgh"
Shaun Greenhalgh

Biografía:
Trabajó en el más absoluto secreto desde el cobertizo de su casa familiar en Bolton, Inglaterra, entre 1989 y 2006, con la ayuda de sus padres y su hermano. Su familia actuaba como vendedora, inventando historias convincentes sobre el origen de las piezas. Operaron con un presupuesto mínimo y un éxito arrollador, estafando a museos y subastadoras por un total estimado de 1.5 millones de dólares. Fueron atrapados cuando su padre intentó vender tres falsas esculturas asirias al British Museum y la policía intervino. Shaun Greenhalgh fue sentenciado a 4 años y 8 meses de prisión en 2007. Desde su liberación, ha escrito un libro sobre sus hazañas y continúa creando arte, tanto original como «a la manera de».


Habilidades técnicas de los falsificadores de arte

Los falsificadores de arte tiene mayores conocimientos técnicos que cualquier pintor?

La respuesta no es un simple «sí» o «no», sino un análisis de diferentes tipos de conocimiento.

En resumen: No, no tienen mayores conocimientos técnicos que cualquier pintor, pero sí poseen un conjunto de habilidades técnicas muy específico y profundo que muchos pintores contemporáneos no necesitan desarrollar.

Vamos a desglosarlo:

Lo que un Falsificador Domina (y muchos pintores no)

Un falsificador de alto nivel es, ante todo, un técnico forense e historiador del arte aplicado. Su conocimiento es hiper-especializado en:

  1. Química y Ciencia de los Materiales: Deben conocer y replicar los pigmentos, aglutinantes y soportes (lienzo, madera) de una época específica. Un pintor actual usa tubos de acrílico u óleo modernos; un falsificador como Van Meegeren fabricaba sus propios pigmentos y usaba baquelita para envejecer la pintura.
  2. Procesos de Envejecimiento: Su obra maestra no está terminada hasta que no parece tener 300 años. Dominan el craquelado artificial, la pátina, la suciedad acumulada y el barniz amarillento. Esto es un conocimiento que un pintor original rara vez necesita.
  3. Análisis de Estilo «Por Dentro»: No solo copian una obra, sino que internalizan la psique del artista. ¿Cuánta presión ejercía el pincel? ¿Cómo era su trazo subyacente? ¿Dónde estaba su mano temblorosa? Un pintor original desarrolla su propio estilo; un falsificador debe desmontar y reconstruir el ajeno.
  4. Historia del Arte Profunda: Para crear una obra «perdida» convincente (como hacía Beltracchi), deben conocer la evolución del artista, sus periodos, sus temas recurrentes y los «huecos» en su catálogo razonado. Es un conocimiento académico aplicado con fines delictivos.
"John Myatt junto a unas de sus falsificaciones"
John Myatt junto a unas de sus falsificaciones

Lo que un Pintor Original Domina (y un falsificador puede carecer de ello)

Un artista legítimo, por su parte, se enfoca en un conjunto de habilidades igualmente complejas, pero fundamentalmente diferentes:

  1. Creatividad y Concepto: La esencia del arte es la creación de algo nuevo. Un pintor genera una idea, una composición, un mensaje o una emoción desde cero. El falsificador, por definición, carece de esta chispa original; su trabajo es reactivo, no generativo.
  2. Voz Propia y Estilo Personal: El viaje de un artista es encontrar una expresión única y reconocible. Esto implica años de experimentación, error y descubrimiento. El falsificador suprime deliberadamente su propia voz para dar paso a la de otro.
  3. Técnica al Servicio de una Visión: Un pintor usa la técnica como un medio para expresar su mundo interior. La técnica del falsificador está al servicio de la imitación y el engaño. El fin es completamente distinto.
  4. Adaptabilidad y Evolución: Los grandes artistas no se repiten; evolucionan, cambian de periodo, se arriesgan. El falsificador se estanca en el estilo de su «blanco». Su habilidad es profundísima, pero en un canal muy estrecho.

La Metáfora Perfecta: El Instrumentista

Pensemos en la música:

  • El Pintor Original es como un compositor. Crea música nueva desde la nada, expresando sus propias emociones e ideas.
  • El Falsificador es como el músico de tributo perfecto. Puede tocar las canciones de una banda famosa con una precisión asombrosa, replicando cada solo, cada efecto, incluso el equipo vintage. Su conocimiento técnico sobre esa banda en particular puede ser superior al del propio compositor, quien ya ha seguido adelante.

¿El músico del tributo es más hábil técnicamente que el compositor? En la ejecución de esa música específica, quizás sí. ¿Pero es un músico superior? No, es un tipo de músico diferente.

Los falsificadores no son «mejores» que los pintores, sino «maestros de un oficio diferente». Poseen un conocimiento técnico que es, en su ámbito específico, tan profundo o más que el de muchos grandes maestros, pero lo aplican con un objetivo opuesto: la reproducción en lugar de la creación, la ocultación en lugar de la expresión.

Su «genialidad» es, en el fondo, una paradoja: son increíbles artistas técnicos cuya mayor obra de arte es la desaparición de su propio yo en la personalidad de otro.

La desaparición de su propio yo, no significa la desaparición del ego

 Es un error equiparar la «desaparición del estilo propio» con una falta de ego. De hecho, es todo lo contrario.

La Gran Paradoja del Falsificador: El Ego más Allá de la Firma

Decir que un falsificador «desaparece» es quedarse en la superficie. Lo que en realidad hace es transformar su ego. No lo anula, lo redirige hacia una meta mucho más compleja y, en cierto modo, más arrogante: demostrar que puede ser mejor que el maestro al que imita.

La desaparición del yo artístico (su estilo, su firma) no es un acto de humildad, sino la máxima expresión de un ego técnico y intelectual desbordante.

"La Bella Princessa atribuido a Leonardo Da Vinci, falsificación de Shaun Greenhalgh"
La Bella Princessa atribuido a Leonardo Da Vinci, falsificación de Shaun Greenhalgh

Las Formas del Ego en el Falsificador:

1. El Ego del «Superartista»:
Su mensaje no es «Miren esta bella pintura de Vermeer», sino «Miren cómo yo, Han van Meegeren, he sido capaz de pintar un Vermeer que los expertos consideran mejor que los originales». No se conforman con igualar, quieren superar. Beltracchi no copiaba cuadros de Max Ernst; los inventaba, creyendo que podía completar la obra del genio. ¿Qué mayor muestra de ego que pensar que puedes terminar la frase de otro, y hacerlo tan bien o mejor que él?

2. El Ego del Vengador:
Para muchos, la falsificación es un acto de desquite contra un sistema que los rechazó. Van Meegeren lo dijo claramente: quería vengarse de los críticos que desdeñaron su obra original. Su ego herido como «artista legítimo» encontró una salida espectacular en el engaño. El mensaje era: «Ustedes no reconocen mi genio cuando pinto como yo, así que los obligaré a arrodillarse ante mi genio cuando pinto como otro».

3. El Ego del Ilusionista Supremo:
El placer no está solo en el dinero, sino en el acto de poder. El poder de manipular la percepción de curadores, historiadores y billonarios. El falsificador se convierte en un titiritero que mueve los hilos del mundo del arte desde la sombra. Cada obra que aceptan como genuina es un triunfo personal, una carcajada silenciosa que dice: «Yo, desde mi taller, soy más listo que todos ustedes juntos».

4. El Ego de la Leyenda Personal:
Al final de sus carreras, muchos falsificadores (como De Hory o Greenhalgh) se dedicaron a cultivar su propia mitología. Escribieron libros, dieron entrevistas y se aseguraron de que el mundo supiera que ellos eran los cerebros detrás del engaño. La firma física desaparecía del cuadro, pero su nombre real se grababa en la historia como el de un genio del crimen. Cambiaron la fama como artistas por la notoriedad como leyendas.

Lejos de ser seres modestos, los grandes falsificadores son poseedores de uno de los egos más fascinantes y complejos de la historia del arte. Su anonimato es una ilusión, su humildad un disfraz. En el silencio de su estudio, no buscan desaparecer: buscan demostrar que un solo hombre, sin firma y sin reconocimiento, puede desafiar a los museos, burlar a los expertos y reescribir, aunque sea por un momento, la historia del genio. Su verdadera obra de arte no es el cuadro falso, sino la perfecta y arrogante ilusión que lograron crear.

Se les debería ver como delincuentes cuando galeristas y críticos de arte elevan a pintores mediocres para cometer una estafa

 Tocando el corazón de la hipocresía del sistema del arte.

¿Delincuentes o Denunciantes? La Falsificación como Espejo de un Sistema Viciado:

Cuando un falsificador como John Myatt es condenado a prisión por vender un cuadro falso por £45,000, mientras que una galería vende una mancha de pintura de un artista «consagrado» por £5 millones, ¿dónde está realmente el delito? Esta pregunta incómoda revela que el mundo del arte no juzga la calidad o el esfuerzo, sino la autenticidad y, sobre todo, la narrativa.

El sistema del arte es, en sí mismo, una máquina de crear valor donde a menudo la estética es lo de menos. Los falsificadores, sin quererlo, se convierten en los críticos más audaces y efectivos de este sistema.

El Doble Rasero: El «Genio» Consagrado vs. el «Criminal» Técnico

  1. La Estafa de la Banalidad Elevada a Genio:
    Hay una «estafa legal» cuando galeristas, críticos y coleccionistas inflan artificialmente el valor y la reputación de artistas mediocres. Se vende una idea, un concepto, una firma, más que un objeto de destreza técnica o profunda emoción. El público, muchas veces, calla por miedo a parecer ignorante. Esta es una estafa basada en la persuasión y el capital simbólico.
  2. La «Honestidad» del Falsificador:
    En contraste, el falsificador no pide que admires su «concepto» o su «genialidad innata». Te está vendiendo, específicamente, la técnica y la maestría de un gran maestro. Su «estafa» es tangible: es un objeto que demuestra un conocimiento histórico y una habilidad manual superlativos. Es una estafa basada en la competencia demostrable.
    • Wolfgang Beltracchi no podría haber estafado a nadie pintando como Wolfgang Beltracchi. Su genio solo fue reconocido cuando firmó como Max Ernst.
    • John Myatt se ofrecía a hacer «genuinas falsificaciones» por £150. Fue el mercado, con su codicia y su pretensión, el que las transformó en «obras maestras» valuadas en cientos de miles.
"Falsificación  de Shaun Greenhalgh"
«Falsificación de Shaun Greenhalgh»

Los Falsificadores como Síntoma de una Enfermedad del Sistema

Los falsificadores no son ángeles, según la ley, son delincuentes. En mi opinión, son grandes genios perseguidos como delincuentes, gracias a un sistema del arte hipócrita, falso y corrupto.

Su existencia florece en un terreno abonado por:

  • La Obsesión por la Firma: El valor de un cuadro depende más de la rúbrica en la esquina que de lo que hay en el lienzo.
  • La Desconexión entre Valor y Virtud: El mercado ha divorciado el precio de la pericia técnica o la belleza.
  • La Arrogancia del Establishment: La misma soberbia que lleva a un crítico a despreciar un estilo «tradicional» es la que lo ciega ante una falsificación magistral.

La inmoralidad de la Crítica de Arte

En lugar de ver a los falsificadores solo como criminales, podemos verlos como los polemistas más efectivos del mundo del arte. Ellos, con sus acciones, exponen las preguntas que muchos temen hacer:

  • ¿Valoramos el arte o la marca?
  • ¿Confiamos en nuestros ojos o en los certificados de autenticidad?
  • Si un cuadro nos conmueve, nos fascina y es técnicamente perfecto, ¿importa realmente quién lo pintó?

La próxima vez que un «experto» nos hable del trazo sublime de un maestro, vale la pena recordar la historia de Han van Meegeren, quien con su pincel no solo engañó a Göring, sino que le puso un espejo a toda una industria, mostrándole que su emperador, a menudo, va desnudo.

Los falsificadores son los delincuentes que el sistema del arte se merece: genios sombríos que usan su talento para demostrar que, en el templo del arte, a veces los más devotos son también los más ciegos.


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